Pienso en la muerte todos los días. En los tiempos buenos. Ya no soy la misma de antes ni la que me gusta ser. Ya no puedo ser nada, ni yo ni tú, no logro existir en plenitud.
Pienso todos los días en la muerte y le temo y la deseo y la odio y la mastico y no puedo regenerarme en ella.
Mi mamá siempre tiene razón. El querer volver a los 17 todos los días y no querer volver jamás a las 21 y querer olvidar tantos años y esperar los que vienen y así se pasan las horas y los días. INSOMNIO, todos los días insomnio y me hundo en las letras que no puedo leer y quiero salir corriendo y, siempre y.
Y quisiera sacarme la mente por un rato, poder descansar, por fin, de mi misma y los sonidos y murmullos que escucho todo el tiempo. Esa voz incansable de mi cabeza que me dice qué pensar, cómo pensarlo, cuándo, quienes, donde, cómo, cómo, cómo. El comité creativo interminable que odio.
Y me convierto en lo que no quiero ser y no puedo dejar de pensar un puto segundo, me vuelvo innecesaria, predecible, aburrida,
Y mi puta memoria que olvida todas las putas cosas que pasan por mi cuerpo. Todas las experiencias se vuelven vagas, incongruentes, lejanas, más que nunca lejanas. No puedo recordar, no logro ver lo que había hace dos días atrás y soy lo que no quiero ser para ti. Hoy por hoy quisiera la que creo que te mereces. No lo logro. No lo valgo.
Y cuando agosto era 16 aparecí. Y hoy, cuando junio es 11 no quiero aparecer más. Me quiero devolver, quiero que sean tres meses atrás. Solo concibo lo que sabía que tenía. Hoy no lo valgo, definitivamente no lo valgo. Y no soy yo, soy la que detesto y sí, había llenado eso, pero no. No, si. Soy extraña, me gané el premio.
Ya me siento mejor. Mejor. El amor es mi razón de ser, yo por ti siento amor. Y puedo pedir perdón, por los días extraños, la brisa .
El cigarro en ayunas.